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Cadena de ensamblaje

El motor designa lo que genera movimiento y productividad y a la vez opera como metáfora de potencia y progreso. Quizá el uso más radical de este término es el que le da Aristóteles, quien definió la primera causa, el generador de todo cambio y movimiento, existente a partir de nada, como motor inmóvil. Recordando esta definición totalizante, volvamos a la modernidad y a la continuidad en los usos de este término. “Motor”, que etimológicamente encapsula aquello que genera o mantiene el movimiento, adquirió luego un significado primario en referencia a la máquina que usa energía para producir movimiento.

La ubicuidad del objeto se ve reflejada en su aplicación metafórica para explicar el ámbito de lo humano: el motor de la sociedad, de la historia, de la psiquis, del cuerpo, de las ciencias sociales, de las exactas y un largo etcétera. El título de la serie de obras que se presenta aquí, Cadena de ensamblaje, busca problematizar de forma irónica, este giro metafórico, en que finalmente lo humano es descrito a través de la tecnología, no solo invirtiendo causa y efecto, sino además marcándolo con la seña de la reproducción y la eficiencia. La inteligencia crea la máquina y luego la máquina define la inteligencia. En estas

obras, en conjunto con la repetición omnipresente del motor, el ser humano se ve representado esquemáticamente mediante patrones estereotipados que expresan una acción violenta. Esto se manifiesta aun más cuando observamos que la figura humana a su vez está recreada con papel milimetrado o patrones de costura, expresando una estructura en base a

las nociones de cálculo, eficiencia y reproducción.

Otra figura que se repite en la serie es la del rostro de una misma mujer tendida mirando, lánguida y sensualmente, a los ojos del espectador. No cuesta adivinar que se trata de una imagen proveniente de la publicidad, con lo que se vuelve a resaltar el juego de la objetivación, la seducción que oculta algún producto comercial, con el erotismo como combustible para ese motor. Por último, la figura de mosca, también reiterada en la exposición, opera como contrapunto a la imagen del motor, como su contra-ideal, como signo de la presencia de lo podrido, manchado, caótico.

Queda, latente, la pregunta, ¿hasta qué punto la creación humana nos domina, en una proyección espuria, donde otorgamos más poder a nuestra producción que a lo que somos? La metáfora del ser humano como Dios creador del cosmos (ya no como motor inmóvil, sino como generador de hiperproductividad) es un mito central de la modernidad y quizás un

anticipo de su catástrofe.

Ancla 1
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